Disfrutando de la nieve -la mañana estaba cubierta, pero solo de cuando en cuando soplaba una ligera brisa-, continuamos nuestra travesía, que habíamos detenido en la cima del MARINDA.
Descendemos hasta el collado |
Delante de nosotros, hacia el oeste, contemplamos la sierra de Gillarte en primer plano. Esta sierra menor, incrustada en la sierra 'mayor' de Gibijo, comprende los barrancos y rasos que se extienden al norte de los pueblos de Gillarte y Sta. Eulalia. Justo en el borde de ese escalón que nos sube del valle a los altos y loberas de la sierra de Gibijo se encuentran las ermitas de San Antonio y de La Trinidad.
Hacia esas metas dirigimos nuestros pasos, bordeando los barrancos que suben desde el valle. Primero arribamos a la ermita de San Antonio, un edificio sencillo de estilo rural, hoy embellecido por la nieve y los carámbanos.
Dar con la ermita de La Trinidad ya resultó un poco más difícil: después de seguir la alambrada que nos protegía de caer en el barranco, tuvimos que abandonarla y dejarnos guiar por las huellas dejadas por los animales. Así nos asomamos al borde del 'escalón' y, al fin, dimos con esa perla escondida que es la citada ermita.
Es un lugar singular: en el cortado sobre el barranco encontramos una cueva en cuyo interior brota un manantial, un lugar 'mágico' que ya sería lugar de culto en épocas precristianas. Con el paso de los siglos en la boca de la gruta se erigió la ermita dedicada a La Trinidad. La fiesta de este lugar sagrado (domingo del Corpus), estimado como centro religioso del valle, ha congregado siempre a los habitantes del mismo y a numerosos de los limítrofes. Con ese motivo tienen lugar actos de alto valor folclórico: "la danza de la Trinidad", el 'castillo', etc.
Hacia esas metas dirigimos nuestros pasos, bordeando los barrancos que suben desde el valle. Primero arribamos a la ermita de San Antonio, un edificio sencillo de estilo rural, hoy embellecido por la nieve y los carámbanos.
Llegando al repliegue del tesoro |
Dar con la ermita de La Trinidad ya resultó un poco más difícil: después de seguir la alambrada que nos protegía de caer en el barranco, tuvimos que abandonarla y dejarnos guiar por las huellas dejadas por los animales. Así nos asomamos al borde del 'escalón' y, al fin, dimos con esa perla escondida que es la citada ermita.
Ermita de La Trinidad, en primer término salas de acogida |
Es un lugar singular: en el cortado sobre el barranco encontramos una cueva en cuyo interior brota un manantial, un lugar 'mágico' que ya sería lugar de culto en épocas precristianas. Con el paso de los siglos en la boca de la gruta se erigió la ermita dedicada a La Trinidad. La fiesta de este lugar sagrado (domingo del Corpus), estimado como centro religioso del valle, ha congregado siempre a los habitantes del mismo y a numerosos de los limítrofes. Con ese motivo tienen lugar actos de alto valor folclórico: "la danza de la Trinidad", el 'castillo', etc.
Salida del torrente nacido en el interior de la cueva-ermita |
Tras diversas restauraciones y mejoras, la ermita y su entorno son una bella muestra del cariño de los cuartangueses por sus tradiciones |
En el descenso encaramos la sierra de Arkamo, que cierra el valle por el sur. |
Ya en retirada, saludamos al Marinda, que nos sonríe entre sombras y nubes |
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