El GRUPO CICLISTA DE NOJA - los "CARPISA", para quien coleccione maillots - tiene institucionalizado el "Banquete de la Peña". Se suele celebrar a mediados de agosto y va precedido de una marcha cicloturista en toda regla.
Este año fue el sábado 13 de agosto el día escogido. Partíamos de Ogarrio de Ruesga, en los valles del Asón, una mañana radiante que invitaba al pedaleo.
La Mortera (723 m) y San Vicente (937 m) |
Siguiendo el curso del río Asón nos acercábamos a Ramales de la Victoria. Una avería mecánica nos dio tiempo para saludar a los dos centinelas que custodian por el sur esa villa.
Remontando otro río, el Gándara, fuimos trepando por las laderas del valle de Soba. Es este un amplio y elevado valle, rodeado por un circo de montañas, constituido por la sierra de Hornijo (N), los montes de Lunada (O) y los de La Sia (S). Por su situación de altura y aislamiento físico, el valle y sus pueblos no han sufrido contaminaciones urbanísticas y nos brindan paisajes y construcciones que nuestran una plena armonía entre el hombre y la naturaleza.
Al fondo, el macizo de Peña Lusa (1.562 m) |
Allí íbamos pedaleando y disfrutando de horizontes cuasi alpinos...
... y preparando la sesión fotográfica en los alrededores del mirador de La Gándara
Con la euforia del descansillo y las bromas, nos decidimos por atacar el puerto del Portillo de la Sía, salida natural hacia la vertiente burgalesa, en la actualidad bien vigilada por escuadrones de molinos...
¡¡... y hasta por los buitres de las eléctricas!!
Pero pudimos con los repechos y casi fuimos amos y señores de la cumbre -no se aventura cualquiera por el alto-,
... pero nos dio moral el veterano andarín que nos había precedido a golpe de zapatilla.
Mientras, nuestro "webmaster", absorto en sus conexiones, se pierdía el
vuelo sobre el valle, con la sierra de Hornijo de telón de fondo.
Por los Collados del Asón, con el Mortillano (1.411 m) amedrentándonos con su mole, fuimos descendiendo como meteoros saltarines (los baches de la zona de obras nos perdonaron la vida).
Menos mal que las gélidas aguas del Asón nos devolvían a la realidad de una mañana agosteña incomparable. Solo faltaba brindar por presentes y ausentes en Casa Tomás, de Ogarrio.
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